EDITORIAL 31 de marzo de 2020.
Por lo general quienes no estamos en primera línea de la trinchera y nos alimentamos de los medios de comunicación, espacios dedicados a informar, no siempre estamos conformes con lo que escuchamos. Sé que existen líneas editoriales, yo mismo compartí redacción en Madrid con comisarios políticos del PSOE y cuando dirigía una pequeña televisión local me vi obligado a leer diariamente los fax que recibía del alcalde de la localidad del PP diciéndome que podía aparecer y que no en los informativos.
La información es un derecho, pero la información veraz todavía más. Hoy me desayuno con las palabras de un amigo afirmando que en algunos hospitales las enfermeras de urgencias no tienen el material necesario para poder atender con cierta seguridad a los pacientes que llegan para ser atendidos. Así mismo una amable enfermera hablo hoy en el programa de AR (Antena 3) sobre la precariedad, no sólo de los medios de que disponen, sino de los problemas emocionales que todo ello les está acarreando. Víctor, que así se llamaba la enfermera (utilizo el lenguaje en femenino porque dicho colectivo, sean hombres o mujeres, en general así lo hacen cuando hablan con medios de comunicación), comentaba que ella tiene una madre con cáncer a la que no puede atender y, que no ve a su marido desde hace diecisiete días. Como ella miles de enfermeras de la UCI de los hospitales de toda España. Su carga emocional afirma que les pasará factura, que nos pasará factura a todos.
Sólo el estímulo de los que aplauden a las ocho de cada tarde en las ventanas les alienta un poco. Pero nadie parece darse cuenta de la carga emocional de ver como se van yendo muchas de las personas que amenazadas por el Covid-19 entran en sus salas para no salir más. Imagino que las eminencias grises que generan protocolas hasta para medir la cantidad de papel higiénico que se debe gastar en cada ocasión que uno va al aseo, habrán dedicado tiempo a pensar que estas personas necesitan, no sólo descanso, sino que además tendrían que tener un servicio de psicólogos permanentemente que les ayudara.
Sin entrar en cuestiones baladíes sobre como la sanidad ha permanecido en los últimos años en pie de guerra contra todos, creo necesario recordar que de esta saldremos y que por lo tanto habrá que replantearse que tipo de sanidad querremos en el futuro. Desde aquí vaya mi más profundo reconocimiento para una clase trabajadora que se está dejando la piel, en estos momentos para servir a un propósito tan digno como mal entendido en ocasiones.
Gracias.
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Gabriel Carrión, escritor.