Por Gabriel Carrión. Escritor.
Las emociones corrosivas son aquellas que nacen fundamentadas en el intelecto, en el conocimiento de las cosas y luego se van adentrando en el plano de las emociones. Si son pasajeras, no pasa nada. Por ejemplo estamos comiendo cualquier día y en la televisión nos ponen un anuncio de cualquier ONG que se dedica a luchar contra el hambre en el mundo, a los más sensibles nos provoca una sensación negativa de no estar haciendo nada, pero si aguantamos el anuncio y nos ponen otro del coche que a lo mejor desearíamos comprar, la emoción corrosiva de angustia por los que no tienen para comer se diluye sin provocarnos ningún tipo de trastorno. Pero que ocurre cuando nos encierran «por nuestro bien» y nos bombardean diariamente con datos más o menos «falsos» sobre un virus del que poco se conoce y menos se cuenta. Pues que transcurridos cuarenta días o más comienzan a surgir miedos, ansiedades, angustias y depresiones, e incluso lo más aterrador nuestros sueños comienzan a incorporar situaciones relacionadas con el COVID-19 y nos vamos acostumbrando a mirar de reojo al prójimo. Si a esto añadimos la utilización política de un mero problema sanitario y luego comienzan a bombardearnos con catástrofes económicas, ¿que nos puede ocurrir?.
Hace unos días recogí a mi hijo para ir con él a una gran superficie alimentaria para comprar. Estudia en una Universidad y suelo ir con él para hacer una compra mensual, que le sirva como fondo de despensa. Cuando se subió al coche lo noté angustiado, tiene 23 años, es un libre pensador de formación humanista y suelo mantener con él algunas conversaciones de carácter trascendental por la angustia que le provocan algunas conclusiones a las que llega. En este caso sin duda era la angustia que le provocaba el tema del COVID-19.
Cuando me explicó sus conclusiones y el miedo a la muerte, al contagio, etc., lo miré y le comenté: «no te dejes engañar, no caigas en la trampa de quienes nos informan mal». Le expliqué que los datos estadísticos son confusos y que nos bombardean diariamente como una estrategia para provocarnos esos mismos miedos. Le comenté que eso se llama «programación cognitiva», el problema es que lo están haciendo tan mal que han implicado a medios de comunicación, periodistas y sanitarios en una superficial forma de joder la vida a los ciudadanos. Le expliqué la relación estadística entre naciones, que era errónea, la forma de entender la enfermedad, los intereses creados de la OMS, pero sobre todo y para que lo entendiera, le comenté que por un instante se olvidase del virus y pensase sobre lo que nos pasaría como sociedad si cada día en los informativos, en los programas de audiencia, en las revistas, en las redes sociales, etc., aparecieran permanentemente expertos (bueno uno en representación de otros anónimos, como ocurre con el COVID) y nos bombardearan con las cifras diarias de los muertos por cáncer, por tabaquismo, alcoholismo, neumonías, errores médicos, etc. Que salieran expertos que nos describieran los síntomas del niño que ha muerto por una enfermedad atroz, el anciano que al final no ha resistido, la agonía del accidentado en la carretera, y además nos dijeran lo que nos cuesta todo ello. ¿Que pasaría? que las emociones corrosivas nos pudrirían por dentro en una sensación extraña de culpabilidad por estar vivos.
Si nos manipulan con datos consiguen el propósito de someternos. Y eso es lo que no deben conseguir. Si estos políticos no lo hacen bien otros, si los otros tampoco otros, hasta que demos con aquellos que verdaderamente consigan comunicar bien, sin transmitir miedo. Esa es la cuestión, el miedo puede ser más atroz que la pandemia porque afecta a más personas, el contagio viral de las emociones corrosivas es atroz y peligroso. Pero hay tontos que no se dan cuenta y siguen jugando a un cuento muy peligroso.
«Metamos el miedo en el cuerpo». Cerca de un millón de sanciones demuestran la inutilidad del sistema. ¿Piensa el estado recaudar los 300 millones de euros de dichas sanciones? ¿de dónde? ¿Para cuando la amnistía para el pago de dichas multas?
Lo dicho las emociones corrosivas son peores que los propios datos mal dichos. Seamos prudentes. Salvo que interese informar mal, entonces ya está todo dicho.