by Gabriel Carrión
En 2009 caí en una depresión exógena debido a las circunstancias de mi vida. Aquello de «la vida se me fue a la mierda» que conté en mi libro Como salir de la depresión aprendiendo a hacer paellas, y que con anterioridad ya había reflejado en el libro publicado en 2011 que significó mi vuelta al ruedo literario del ensayo y la investigación como escritor, Scientology la batalla más larga, donde reflejé la breve pero interesante relación que tuve con unas pastillas para quitarme la depresión, que dejé de tomar justo después de ingerir la primera.
Me mandaron unas pastillas, en cuyas contraindicaciones, decía que me podían causar depresión. Manda huevos. Al día siguiente me fui a la consulta de mi médica de cabecera y le dije que se las metiera por donde considerase. Confesaré que mi relación con ella a partir de ese momento no fue buena.
Hoy, leyendo Soy tu hombre, la biografía del cantante Leonard Cohen, escrita por Silvie Simmons, me encontré un interesante diálogo sobre la relación de Cohen con los antidepresivos. Decir que el cantante siempre mantuvo una relación de amor odio con esos estados de languidez y melancolía que, de manera cíclica, le invadían muy a menudo, dicho diálogo se desarrolla así:
Cuando las cosas no iban bien, la depresión podía sumirle en una crisis grave.
Nunca sabía de donde venía y probaba de todo para sacudírsela de encima, pero nada funcionaba.
¿Qué probaba?
Bueno, probaba de todo eso, todos los antidepresivos que había antes del Prozac, como el Demerol, la desipramina, los inhibidores de la MAO.
¿El Valium? ¿La morfina?
No, morfina no. Eso habría sido mortal. Pero probaba de todo, hasta Zoloft y el Wellbutrin. Probaba todo lo que tenían. La mayoría de esas sustancias hacían que me sintiera peor que antes.
De modo que eres un experto en esos productos farmacéuticos cuando se trata de la depresión.
-Creo que sí. Pero nada funcionaba.
Leonard Cohen, en una ocasión, le comentó a Anjelica Houston que cuando tomaba Prozac su relación con el entorno y con la gente mejoraba durante un minuto o dos. Luego todo volvía a ser igual.
Si tomas alguno de los medicamentos que cita Cohen, sólo te podemos aconsejar que te cures en salud y al menos leas las contraindicaciones, quizá lo que te provoquen sea bastante más grave que la búsqueda de otras soluciones.
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